Algo mí 17


Indudablemente José era un hombre inteligente, supo transmitir la información que me tenía que dar sin arriesgar nada.
Dicho de otra manera la conversación tenía un matiz surrealista, podía comprender o no, irme airada o quedarme y escuchar.
Después de todo sus palabras tenían una patina de seriedad absoluta, yo no estaba hablando con cualquiera.
Ahora recordando aquella cena me sorprende lo bien que me lo tomé, digamos que fui de lo más profesional, cené, escuché y no pregunté.
Después de terminar nuestros platos no dio opción al postre, pidió la nota al mismo camarero y después de pagar se levantó.
Salimos juntos, no me propuso acompañarme hasta mi coche, se despidió con un
-¡Ya seguimos hablando!

La cabeza me empezó a dar vueltas, y aunque era una agradable noche de octubre empecé a sentir frío. Ya estaba digiriendo toda la información, y mi cuerpo por fin pudo reaccionar. Entre dos coches vomité, y cómo pude llegué hasta el coche; me senté y me puse a llorar.
Lloré desconsoladamente; por mi matrimonio que ya tenía fecha de caducidad, por una decisión a la cual no sabía a que abismo me iba a llevar y sobre todo por mí, ya no tenía claro quién era ni que quería.
No recuerdo cómo llegué a casa, pero fui incapaz de meterme en la cama con mi aún marido; cogí una manta y dormí en el sofá .A la mañana siguiente tenía claro lo que tenía que hacer, y que ya no había marcha atrás.

Comentarios

  1. Matar al marido?
    Como entrenamiento?

    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Buf!!q chungo....yo mínimo le monto el lio padre en el restaurante, no se iba a ir de rositas, jeje

    ResponderEliminar
  3. Ja, ja nooooooo...pobret.

    Besos!!!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario