Rosa.

Lo había intentado un par de veces en mi vida sin haberlo conseguido, no había insistido porque tampoco es un arbusto que me entusiasme.
Pero ahora con un pequeño jardín pensé en volver a intentarlo.

Me acerqué a una tienda pequeña de plantas que hay cerquita de casa y tenían como ocho macetas afuera en la acera.
Por un lado tenía una bandeja con seis, todas ellas de color rosa, bonitas y firmes; y algo más alejado un par más, rojas y más “bastas”.

Le comenté mi caso, mi jardín no es muy soleado pero me gustaría probar con un rosal.
La pregunta que vino después me descolocó:
-¿Quiere que huelan?
- Pues…si es posible me gustaría.

Se acerca a las dos macetas solitarias que tenía arrinconada y me dice:

-Entonces tengo estas dos, o huelen a rosas o son bonitas…tú misma!

Comprobé como realmente desprendían un olor a rosa que ya ni recordaba, y me acerqué a los bellezones que tenía en primera línea y aparte de belleza aquello no olía a nada.

Así que feliz de la vida llegué a casa y les hice a oler a todos la gran compra que había hecho, pero como las rosas vienen con espinas…tenía que encontrar el lugar idóneo para que se asentara bien.

Por de pronto decidí no plantarla directa al suelo, sino que la puse en una maceta más grande para poder trasladarla si veía que no “prosperaba”

Y pasó lo que esperaba…cayeron las tres rosas que tenía y durante unos días pensé que estaba visto que las rosas no eran lo mío.
Pero que alegría cuando una mañana al regarla me encontré con lo que parecía un proyecto de flor…que pasado unos días se convirtió en una hermosa y olorosa rosa roja.