Me he despertado en el comedor de casa, debe ser plena noche, no entiendo que hago aquí.
Intento pensar qué ha pasado, llevo mi pijama rosa, me miro los pies desnudos.
Tal vez el frío del suelo ha sido el motivo por el que he abierto los ojos; pero no tengo frío, ni sueño, ni miedo.
Sólo estoy sorprendida, no entiendo la situación que estoy viviendo.
Hago un repaso a la habitación, sé que mis padres y hermanos están durmiendo.
¿Y yo?
Me invade una ola de soledad, no tengo a nadie que me pueda explicar que ocurre.
Decido volver a la cama, despacito, no quiero despertar a mi madre.
Me sorprende que ella que todo lo sabe no esté a mi lado.
Me acerco a mi habitación, mis hermanas duermen, me meto en mi cama y me duermo.
Se me ocurren varias posibilidades.
ResponderEliminarTodas son inquietantes.
Besos.
Uy a mi me da yuyu
ResponderEliminarGracias por tu visita Susana ¿es tuyo el dibujo? es precioso!!!
ResponderEliminarYo tengo ese sueño muchas veces, muchas.
ResponderEliminarVuelvo a mi casa, con mis padres y mis hermanos, con todos los que habitaron el viejo caserón y tanto quise, y tanto me han querido.
Es un sueño hermoso que se vuelve pesadilla cuando despierto y veo la realidad.
Y el frío recorre todo mi cuerpo, pero no por la temperatura, sino por el dolor y por la soledad.
Saludos.
¿sueño, realidad o ficción?
ResponderEliminarsea lo que sea está muy bien escrito.
besitos y buen fin de semana
mmm... intrigante!
ResponderEliminarme he paseado por tu blog y te dejo un saludo
ResponderEliminarHola!!!
ResponderEliminarbueno, le he vuelto a dar a seguir, a ver cuanto dura..no, en serio, espero que blogger solucione esto.
un beso fuerte!!!!
Esther
HAY QUE TENER CUIDADO EN NO AHOGARSE EN ESAS OLAS DE SOLEDAD.
ResponderEliminarCreo que a quien le ocurre debe ser sonámbula,no?
ResponderEliminarBesos
Emma
camina ahora con pies de plomo
ResponderEliminaro trata al menos de no desesperarte
con el peso de tus sueños.
Permite a tu cabeza
volver sobre tus hombros.
No busques en la letra menuda,
cierra aquella ventana
por la cual entra la neblina,
no dejes que tu voz se resquebraje
en batallas verbales que nunca ganarás.
Date el gusto de aprender a llorar,
invoca el abrazo que libera.