Una de propósitos...y feliz entrada de un nuevo año

Estas Navidades toda la escuela presentamos nuestro taller de teatro en el que el lazo conductor fue la fiesta de fin de año, nuestro grupo representó los deseos y los propósitos que intentamos llevar a cabo cada principio de un nuevo año.

Mi papel fue representar el deseo de aprender a decir que NO, algo que nos cuesta más de lo que somos capaces de admitir.

La complacencia con nuestra relaciones cercanas, bien personales, bien sean laborales, nos lleva a buscar una entendimiento que casi siempre pasa por el fácil y conciliador SÍ, lo que nos acaba dejando agotadas en el momento que nos damos cuenta que hemos perdido la batalla, quedando agotadas y hartas de nuestra propia debilidad: no saber decir NO, gracias.

¿Por qué no somos capaces de conseguir este propósito?

No lo conseguimos por miedo.
MIEDO en mayúscula de perder el amor del otro, el reconocimiento, el trabajo, las oportunidades.
Muchas veces no sabemos expresar la negación en voz alta, nos sumergimos en una comunicación no verbal a la espera que el otro capte nuestro deseo y nos facilite el difícil momento de decir NO.
Con ello no conseguimos poner el acento a nuestra negativa, entonces nos retiramos con la cabeza baja y la moral tocada de muerte.
Otras veces nos sentimos fuertes y valientes y proclamamos el NO en voz alta...pero la falta de costumbre no impide argumentarlo, el SÍ del oponente es demasiado fuerte, viene de personas acostumbradas a ganar, a mandar y acabamos bajando la cabeza en detrimento de nuestra autoestima.

Mientras preparábamos este taller, que tan buenos momentos nos hizo pasar, nos dimos cuenta que tenemos siempre buenos propósitos para avanzar en nuestra superación personal pero que hemos de desear realmente llevarlos a cabo; y cuidado con los deseos...que se pueden cumplir.

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